18 may 2012

Dietas milagrosas

NO falla. Mientras más advierten los médicos de la peligrosidad de las dietas adelgazantes más gente las sigue con fervor cuasi religioso. Perder kilos pronto y sin sacrificio se ha convertido en una de las mayores obsesiones de nuestro tiempo (en nuestra sociedad, claro, que en otras bastante preocupación tienen tratando de comer todos los días como para interesarse por la báscula).

Alcanzados niveles de sobrepeso y obesidad más propios de la sociedad norteamericana, la gente ha captado el mensaje unánime de los nutricionistas de que eso perjudica seriamente su salud presente y, sobre todo, futura, pero padece mayores dificultades para asumir la segunda parte del diagnóstico: que adelgazar cuesta, exige esfuerzo y voluntad. Queremos perder peso, sí, pero sin privarnos de muchas cosas que nos gustan ni obligarnos a otras que nos disgustan.
Así es que nos manifestamos laicos, racionales y descreídos para la mayoría de las actividades humanas, pero decididamente irracionales, cándidos y milagreros para todo lo relacionado con el comer. Vale, necesitamos adelgazar porque ya estamos convencidos de que es lo mejor para vivir más tiempo y en mejores condiciones, y también por el obsesivo culto al cuerpo y la patológica idolatría de lo joven. Ahora bien, rehenes de la comodidad y adictos a la ley del mínimo esfuerzo, nos apuntamos a dietas fáciles, consejos de cantamañanas y recetas de auténticos hechiceros. Y basta con un éxito momentáneo en esta lucha blandengue contra la gordura para transformarnos en propagandistas de la nueva fe y activistas gratuitos de métodos cuyo rigor científico es más que dudoso y cuya bondad a medio plazo es indudable... indudablemente inexistente.

La sociedad de dietética y ciencias de la alimentación acaba de denunciar, después de entrevistar y estudiar a seis mil españoles a dieta, que casi la mitad de las dietas más usadas se basan en criterios poco saludables. Ahí entran las dietas basadas en la supresión de grupos enteros de nutrientes, la privación absoluta de determinados alimentos, el consumo de plantas que por sí solas te hacen adelgazar, la alimentación a base de batidos, sobres y otros productos farmacéuticos... De algunos de estos regímenes se podría pregonar que son hambre para hoy y pan para mañana: le hacen adelgazar a uno con celeridad y, pasado el tiempo, engorda más de lo que adelgazó o le traen consecuencias indeseables para el organismo.

Para prevenir la tentación de la dieta milagrosa en cualquiera de sus mil fórmulas, nada mejor que acudir a un argumento de autoridad: Severo Ochoa ya dijo que el secreto de la salud no es comer mucho de unos cuantos alimentos, sino un poco de todos.

/diariosevilla.es

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