22 oct 2011

Dime qué comes y te diré...

Anteriormente, la gente se alimentaba cuando tenía hambre y dejaba de comer cuando se sentía satisfecha. Ahora son raras las personas que comen de manera espontánea.¿Gastrónoma, obsesionada con las calorías o fanática de los productos biológicos? Tu forma de comer dice todo acerca de ti.

Parece una paradoja, pero algo tan sencillo como comer normalmente parece hoy en día imposible para los adultos. Algo tan natural para un niño o para un animal, supone para muchos de los mayores un rompecabezas.

Anteriormente, la gente se alimentaba cuando tenía hambre y dejaba de comer cuando se sentía satisfecha. Ahora son raras las personas que comen de manera espontánea. La obsesión por los productos orgánicos, por controlar las calorías, por leer las etiquetas para conocer el contenido de cada producto, por ensayar inyecciones mágicas que queman la grasa, por la dictadura de la dieta o de las píldoras para adelgazar, ha relegado la comida normal al cesto de lo desechable. Muchos han convertido la necesidad de alimentarse en un problema: ¿tengo derecho a comer postre?, ¿debo o no comer carne?, ¿será que una papa frita me engorda?

Ni hablar de las compras en el supermercado. Es más fácil graduarse en Química que decidir si es mejor comprar naranjas orgánicas o las de al lado que se ven iguales, pero no tienen ningún nombre en especial. Escoger una caja de cornflakes se vuelve un dilema cuando surge la pregunta de si serán o no hechos con maíz modificado genéticamente. Si se trata de la leche, se piensa si es baja en grasa, sin grasa, deslactosada, orgánica u otra.

En resumidas cuentas, habría que hacer un curso para saber qué comprar. Más que un placer, la tarea de cocinar se puede convertir en un dolor de cabeza cuando existe una indecisión enfermiza acerca de casi todo: ¿se debe usar aceite de girasol, soya, maní, oliva o canola?; ¿cuál será el que dicen que tapa las arterias?, ¿cuál el que sirve para el buen funcionamiento del corazón? El azúcar engorda, el tostado de las carnes produce cáncer. Entre margarina y mantequilla, ¿cuál es la mejor? Los fritos son un pecado mortal, el vino blanco tiene calorías vacías, pero el rojo contiene antioxidantes, y un largo etcétera.

Comer con el cerebro

El problema está en que en lugar de escoger los alimentos y la manera de prepararlos según nuestros deseos le dejamos ese trabajo al cerebro y ahí es donde se complican las cosas. Nos despreocupamos del asunto porque es demasiado dispendioso y nos contentamos con comer cualquier cosa: gaseosas con edulcorantes, yogures con cero por ciento de grasa que no nos satisfacen, litros de té verde aunque lo detestemos, porque en teoría es muy saludable, cinco porciones de fruta y de verduras al día porque eso dicen los expertos.

En resumen, la información con que nos bombardean los medios diariamente nos ha obligado a ignorar el instinto que nos dice qué, cómo y cuándo comer, para dedicarnos a la búsqueda de la alimentación ideal que, por cierto, no existe. Y, en el camino, perdimos la noción del placer que produce la comida para convertir este hábito en una tortura. Individualmente, todos tenemos una actitud diferente, pero sucumbimos ante muchos mitos y contradicciones que nos confunden.

Un test revelador
 Para saber en realidad cómo y cuándo comer, y sobre todo si comes con el estómago o con la cabeza, el ejercicio de responder a las siguientes preguntas puede resultar muy práctico:

1. Te invitan a comer unos amigos y piensas:
a. Debe ser un chiste, ellos saben que no me gusta comer.
b. Llegaron las vacaciones y tengo que ponerme vestido de baño.
c. Ojalá que hagan el rissoto que me fascina.
d. ¿A qué hora?

2. Para tu cumpleaños, sueñas con que te regalen:
a. Vasos de cristal y una pierna de jamón serrano de pata negra.
b. Bonos para comprar discos y libros.
c. Un rallador para el jengibre, un procesador de cocina Cuisinart.
d. Un par de jeans Diesel talla grande, una cartera Louis Vuitton.

3. Tu nevera está vacía hace más de un día, tu familia está desesperada porque no hay qué comer, ¿qué haces?
a. Espaguetis con ajo y aceite de oliva (eso les gusta a todos).
b. Pides por teléfono una orden de sushi (todo el mundo adora el sushi).
c. Sacas de la despensa una caja de galletas de chocolate y las repartes entre todos.
d. Haces rápidamente una sopa y cocina un poco de arroz integral (serán bien recibidos).

4. El lunes por la mañana, apenas te despiertas, piensas:

a.  ¿Qué desayuno en lugar de la leche de quinua que está en la despensa?
b. ¿Qué comida dietética puedo pedir en el restaurante a la hora del almuerzo?
c. ¿Qué debo comer antes de pesarme?
d. ¿Qué pido en el almuerzo que tengo con mi jefe?

5. El chef que más admiras es:
a. Harry Sasson, el único que conoces.
b. El de tu restaurante favorito, que hace unas verduras sublimes.
c. El del restaurante de enfrente porque es muy buen mozo.
d. El de La Brasserie, porque no sólo prepara unos platos maravillosos y, entre otras, hace una semana que intentas conseguir una reservación allá.

6. Alimentos que definitivamente tienes prohibido comer:
a. Las papas fritas, los croissants, las salchichas.
b. Las hamburguesas, el atún en lata y los cornflakes.
c. Las verduras congeladas, las carnes empacadas al vacío, las comidas preparadas.
d. Nada.

7. Ves una mujer obesa comiéndose un pedazo de torta y piensas:
1. Debo cuidarme, si no voy a estar muy pronto como ella.
2. ¡Gracias a Dios, hay justicia!
3. Se va a enfermar si sigue comiendo así.
4. ¿Cómo pudo llegar a ese peso?

8. ¿Dónde haces tus compras?
a. Donde el carnicero, en la tienda gourmet, donde el fabricante de quesos.
b. Por Internet.
c. En los mercados orgánicos, en las tiendas naturalistas y en el supermercado.
d. Una parte en la sección de yogures y el resto en la sección de frutas y verduras.

9. Una pesa es para ti:
a. Un aparato que utilizan los médicos.
b. Un instrumento para pesar la mantequilla, el azúcar y la harina.
c. Un instrumento de tortura.
d. Un colaborador.

10. Sentada a la mesa dejas de comer:
a. Cuando te sientes saciada.
b. Sólo hasta que te comes hasta la última migaja.
c. Piensas en el pobre pollo aleteando antes de que lo maten.
d. Cuando todavía tienes un poco de hambre.

11. Dentro de un plato de papas gratinadas hay:
1. Una bomba calórica.
2. Un poco de ajo y queso crema fresco.
3. Una mezcla de lípidos y de glucosa, muy malos para las arterias.
4. No tiene la menor idea.

12. Durante la comida tus comentarios son:
1. ¿Será que el Presidente va a permitir la siembra de maíz transgénico?
2. ¿Cómo hará Carolina Cruz para estar tan flaca?
3. ¿Quién será el chef en el Palacio de Nariño?
4. ¿Qué será lo que está cocinando el Partido de la U?

13. Tu hombre te escogió por:
1. Tu receta de paté y tu estilo voluptuoso a lo Mónica Bellucci.
2. Tu espíritu zen dentro de un cuerpo zen.
3. Tu espíritu esbelto dentro de un cuerpo grande.
4. Tus codos son bonitos.

14. Llegas de vacaciones a la casa de unos amigos y decides traerles ostras.
a. Te preguntas si serán frescas las que venden en la esquina.
b. Disfrutas contándoles a los comensales cómo se las comen en la Costa, con una salsa picante muy especial.
c. Pasas por Carrefour, donde venden pescado y frutos de mar frescos y deliciosos.
d. ¡Qué maravilla!, las ostras tienen cero calorías y cantidades de Omega 3.

15. Invitaste a comer a tu novio y te preguntas:
1. ¿Será que le gusta mi receta de pescado en papillote?
2. ¿Estará bien el vino que escogí?
3. ¿Le gustará la comida de Sofía? (congelada).
4. ¿Hago mi receta de pollo al vino?

Resultados:
Mayoría "a": Eres una controladora obsesiva

¿Tu maestro? Hipócrates, el primero en decir: “Harás de tus alimentos una medicina”. Sigues al pie de la letra las disposiciones de la Organización Mundial de la Salud. Escoges tus menús como si fueran una receta de un médico homeópata. Lees las etiquetas de los productos y analizas la composición como un médico forense.  Cuando haces mercado no piensas: "¡qué maravilla!, hay habichuelas verdes frescas", sino: "¡qué bueno!, tienen fibra". Ante el queso tu reacción es: "¿cuánto será el aporte de calcio necesario para prevenir una futura osteoporosis?". No piensas en cómo condimentar el pollo, sino si éste representa una dosis sana de proteínas. Sólo compras huevos orgánicos para hacer pericos y te aseguras de que el agua embotellada venga de una fuente natural.

¿Qué placer puedes obtener al comer si estás obsesionada por controlar todo? Comer usando la razón está bien, pero sufres de ortorexia y te produce angustia ingerir cualquier cosa que ponga en peligro tu salud.

Nuestro consejo: Un poco menos de cabeza y trata de renovar el placer de utilizar ‘las pilas’. ¡Adelante! Decídete a comer esta noche unas papas fritas con salchichas y una Coca–Cola.

Mayoría  "b": Ves calorías por todas partes
Tu maestro: Karl Lagerfeld: “La dieta es el único juego en que uno gana cuando pierde”. Y por perder unos kilos harías cualquier cosa. Ves en los alimentos sólo una fuente de lípidos y glúcidos que te engordan y consideras que comer va en contra de tu objetivo de no pasar nunca de la talla 6. Tienes pegada en tu nevera una foto de Adriana Arboleda junto a una tabla de equivalencias calóricas. En el supermercado pasas de largo por la sección de quesos, postres y charcutería. Sólo te detienes en la de legumbres y en la de yogures cero por ciento grasa, que compras por docenas.
En tu vida social, evitas toda invitación a comer. A fuerza de someterse a este régimen dictatorial te perdiste del todo el placer de sentarte a comer sin sentirse culpable.

Nuestro consejo: Desprográmate.
No más dietas, come cuando tu estómago te lo indique. Déjate llevar por el instinto, por lo que te gusta y verás cómo mejora tu salud física y mental.

Mayoría "c": Le rindes culto a la buena cocina
Tu maestro: Kendon Mac Donald, el crítico de cocina, quien adora ver la nevera llena.
Para ti los chefs son una especie de semidioses y la cocina una especie de religión. No ves en un producto de calidad ni las calorías ni las toxinas, sino el fruto de una una cultura. Este culto a la buena cocina te complica un poco la vida, sin contar con lo que te cuesta.
Estás dispuesta a coger un avión para conseguir esas arepas maravillosas que hacen en Medellín o viajar a Cartagena para comprar un pie de coco de Rosita Benedetti. Te pasas las horas en la cocina gozando intensamente la experiencia de olores y sabores.
Por tu comportamiento no estás exenta de peligro. Eres una víctima compulsiva de la comida. Comes demasiado con la cabeza, pero también con la barriga, lo que a largo plazo puede significarte un inquietante exceso de peso.

Nuestro consejo: Piensa en algo distinto a las papilas gustativas. No empieces a pensar en la comida desde las dos de la tarde. Ensaya por una vez una noche de ayuno.

Mayoría "d": Comes porque es necesario para vivir
Tu maestro es el mesero del restaurante El rincón de Jairo, en la vía a Anapoima, que grita a todo pulmón el menú del día: arepas con quesito y bandeja paisa. También funciona una lata de atún si no hay más nada en la despensa, o el sushi de la esquina, así no sea muy fresco y haya que ponerle mucha soya.
Mac Donald’s también es una buena opción. En ti alternan dos estados sicológicos: hambre y más hambre. Consideras la comida como un carburante, no sabes nada de dietas, de comida orgánica ni de gastronomía. Dentro de esta sociedad esquizofrénica, eres un modelo de equilibrio, pues definitivamente no te importa con qué te alimentas, aunque a veces se te vaya la mano. Pero al menos te ahorras la neurosis que padecen muchas personas en estos tiempos.

revistafucsia

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